Investigación argentina desarrolla un método revolucionario para combatir la Lobesia botrana sin dañar el ambiente

Un equipo del INTA Mendoza está desarrollando una tecnología de silenciamiento génico que promete controlar de forma específica y sustentable a la Lobesia botrana, la polilla que amenaza la producción vitivinícola. La técnica, basada en ARN interferente, ofrece una alternativa efectiva, económica y sin impacto ambiental frente a los métodos tradicionales con agroquímicos

AGRICULTURA16/04/2025Victor GarciaVictor Garcia
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Alrededor del 8% de la producción vitivinícola de Argentina se pierde por ataques de Lobesia Botrana

Una innovadora línea de investigación impulsada por científicos del INTA Mendoza, nucleados en el Nodo de Innovación Cuyo, podría marcar un antes y un después en la lucha contra la Lobesia botrana, la temida polilla de la vid. Esta plaga representa una de las mayores amenazas para la producción vitivinícola argentina, provocando pérdidas que pueden afectar hasta el 50% de un lote y, en casos extremos, incluso más.

La clave de esta investigación radica en una técnica biotecnológica de vanguardia: el silenciamiento génico mediante interferencia de ARN (RNAi). Este enfoque, similar al que se emplea en tecnologías de vacunas como las desarrolladas durante la pandemia de COVID-19, permite interferir en la expresión de genes específicos de la plaga, anulando funciones vitales para su desarrollo. Pero a diferencia de los métodos tradicionales, lo hace con precisión molecular y sin generar efectos colaterales sobre el ambiente, la biodiversidad o la salud humana.

Cómo actúa la tecnología del silenciamiento génico
La estrategia consiste en identificar genes fundamentales para el ciclo vital de la Lobesia botrana, como aquellos que regulan la alimentación, la locomoción o la formación del exoesqueleto, y luego diseñar ARN de doble cadena (dsRNA) que impida la expresión de dichos genes. Una vez que las larvas reciben este material genético interferente, su fisiología comienza a deteriorarse: dejan de alimentarse, no se desplazan o no pueden mudar su exoesqueleto, lo que finalmente conduce a su muerte.

“Es un método altamente selectivo”, explicó Lucas Resa Jurin, investigador becario del Conicet y miembro del equipo. “Elegimos genes específicos de Lobesia botrana, por lo tanto, solo afecta a esa especie. No impacta a insectos benéficos como las abejas, esenciales para la polinización, ni a los parasitoides naturales que también ayudan a controlar la plaga”, destacó en diálogo con San Juan Produce.

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Avances en laboratorio: resultados prometedores
Actualmente, el equipo se encuentra en la etapa experimental, realizando ensayos en el Laboratorio de Fitovirología del INTA en Luján de Cuyo. El plan de trabajo prevé tres rondas de pruebas, distribuidas entre febrero, marzo y abril. Cada una de ellas contempla un minucioso análisis de 15 a 20 días de duración, donde se inyectan larvas con distintos ARN diseñados y se monitorean los efectos a lo largo de distintas fases (24, 48, 72 horas, etc.).

Durante la primera ronda, se evaluaron cinco genes distintos y los resultados fueron alentadores: uno de los ARN alcanzó hasta un 80% de mortalidad larval, mientras que otros lograron porcentajes superiores al 50%. Además, se observaron deformaciones severas en la morfología de las polillas y alteraciones profundas en su ciclo vital.

Estas observaciones no solo respaldan la eficacia letal del RNAi, sino que también abren la posibilidad de incorporar esta tecnología como una alternativa sustentable y escalable en el control de plagas agrícolas.

Una alternativa a los métodos tradicionales
Hoy en día, los métodos predominantes para combatir la Lobesia botrana en Argentina son el uso de insecticidas químicos y la confusión sexual mediante feromonas. Sin embargo, ambos presentan limitaciones significativas. Los insecticidas, de amplio espectro, afectan también a la fauna benéfica y generan preocupaciones ambientales y sanitarias. Las feromonas, por otro lado, tienen costos elevados, ya que son productos importados.

“Los tratamientos actuales no resultan del todo efectivos y tienen un fuerte impacto ambiental y económico”, subrayó Resa Jurin. “Nuestro enfoque busca no solo ser más eficiente, sino también más accesible para los productores, utilizando desarrollos biotecnológicos nacionales”.

Próximos pasos: del laboratorio al viñedo
Uno de los desafíos más importantes de este proyecto es trasladar la eficacia comprobada en laboratorio al campo. Para ello, los investigadores están evaluando posibles vehículos de aplicación masiva del ARN interferente, ya que resulta impracticable inyectar larva por larva. Entre las alternativas en estudio figuran el uso de virus, bacterias o incluso nanomateriales como portadores del material genético.

Una vez superada esta etapa, el objetivo será testear la tecnología en condiciones reales de cultivo y validar su efectividad en parcelas de vid. Si las pruebas de campo confirman lo observado en laboratorio, el sistema podría convertirse en una solución biotecnológica de bajo costo, alta especificidad y mínimo impacto ambiental.

Un desarrollo estratégico para el vino argentino
Además de su potencial productivo, este desarrollo tiene una dimensión estratégica para la exportación. Según Resa Jurin, las exigencias internacionales en términos de trazabilidad y sustentabilidad son cada vez mayores. “Muchos países están limitando el ingreso de productos que tengan residuos de agroquímicos. Por eso, contar con un método libre de trazas y desarrollado con tecnología argentina, se vuelve una ventaja competitiva muy valiosa”.

En paralelo, investigadores de San Juan trabajan en enfoques complementarios como el uso de avispas parasitoides, reforzando la tendencia global hacia un manejo integrado de plagas, donde confluyen múltiples agentes de control biológico.

Ciencia al servicio del agro sostenible
La investigación del Nodo de Innovación Cuyo del INTA es una muestra clara del potencial de la ciencia argentina aplicada al agro. La posibilidad de combatir una de las plagas más perjudiciales del país mediante ingeniería genética específica, sin afectar el entorno ni comprometer la salud de las personas, representa un avance que podría transformar la vitivinicultura nacional.

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