El whisky del desierto: la historia de Hugo Domínguez y la destilería sanjuanina que honra a Escocia desde los Andes

En Carpintería, una localidad de Pocito rodeada de fincas y aire puro, se esconde una joya inesperada de la producción artesanal argentina: una destilería de whisky escocés hecha en el corazón del desierto. La historia de Destilería Tres Domínguez, nacida del entusiasmo de Hugo Domínguez y sus dos hijos, es un relato de pasión, ciencia, tradiciones y clima extremo. Y, sobre todo, una historia profundamente sanjuanina.

“Nosotros, mis hijos son los propietarios de destilería Tres Domínguez y yo soy el maestro destilador. Eso con el tema este de la locura de querer hacer un whisky con el estilo escocés”, resume con orgullo Domínguez, quien desde 2017 se embarcó en esta cruzada por el single malt local.

La chispa de una pasión
La pasión por el whisky no surgió de una estrategia de negocios, sino del disfrute personal. “El whisky por una pasión, porque fue una bebida que hace muchísimos años yo disfrutaba... y también porque mis hijos tenían deseos de invertir en algo que estuviese cerca de lo alimenticio, o de bebidas alcohólicas”, cuenta Hugo. La idea de hacer fernet fue el primer intento, pero pronto fue desplazada por la ambición de crear un producto noble, de categoría, artesanal y técnico: el whisky.

El impulso definitivo vino de un nombre legendario en el mundo del whisky: Miguel Ángel Reigosa, el mayor coleccionista privado del mundo y dueño del Museo del Whisky. “Él nos inspiró para decir: ‘no le aflojen, muchachos, que en Argentina se puede hacer whisky de excelencia’”, relata Domínguez. Hoy, el whisky producido en la destilería sanjuanina lleva el nombre de Reigosa en su honor.

La técnica escocesa, el alma sanjuanina
Tres Domínguez elabora whisky al estilo tradicional escocés, con doble destilación, cebada malteada, agua y levadura. Pero en San Juan, cada paso implica adaptaciones al clima.

“San Juan es la primera destilería que produce whisky en Malta, escocesa, con materia prima también nacional, pero siempre apuntando en el caso de los whisky ahumados... con malta escocesa, cosechada y ahumada en origen, con la turba escocesa característica”, explica Domínguez. Ese componente, la turba, no se consigue en Argentina con la misma calidad, por lo que la importación desde Escocia se vuelve necesaria.

Para los single malt clásicos no ahumados, sí han podido usar cebada nacional, aunque también elaboran versiones con malta importada. Todo se hace bajo estrictos lineamientos, respetando el método de elaboración escocés: una cerveza base destilada dos veces en alambiques de cobre.

“Nos enseñó el mejor, Pablo Tonietti, un físico y pionero en la elaboración de whisky en Argentina, fundador de Madoc. Con el rigor de un científico espacial, nos formó en cada paso”, cuenta Hugo, destacando la seriedad técnica detrás del emprendimiento.

El clima como desafío y oportunidad
Una de las particularidades más impactantes de Tres Domínguez es cómo el clima sanjuanino incide en el añejamiento del whisky. “Hacer whisky en San Juan es un desafío grande por la gran evaporación que hay, que llega a niveles que superan en un 1000% lo que sería en Escocia”, afirma.

Mientras en Escocia la llamada “porción de los ángeles” (la parte del whisky que se evapora durante el envejecimiento) ronda el 1% anual, en Carpintería puede alcanzar el 12%. “Logramos whisky nuevo que parece viejo, y aunque eso complica tener muchas añadas, el perfil que toma es único”, explica el maestro destilador.

La amplitud térmica diaria —tan típica de San Juan— provoca que las barricas se dilaten y contraigan intensamente, permitiendo una mayor interacción entre el destilado y la madera. Así, el whisky toma color y aroma más rápidamente que en zonas frías. “Siempre referenciamos que es el whisky del desierto, con todo lo que implica la intemperie”, sostiene.

Orgullo local, técnica global
El whisky Reigosa aún no está a la venta, pero ya ha generado impacto en catas privadas y eventos especializados. “Cuando la gente lo prueba, invita a otro a probarlo, diciendo ‘¿probaste el sanjuanino?’ Eso nos llena de orgullo”, cuenta Hugo, que destaca el carácter familiar del proyecto y su profundo arraigo en la provincia.

“El mercado interno es chico y el consumidor aún prefiere blends, que son whisky de cereal con una pequeña proporción de malta”, explica. En cambio, ellos elaboran single malt, el whisky puro de una sola malta, apuntado a paladares más exigentes y con intención de exportación.

La destilería está ubicada en medio de fincas donde crecen tomates, cebollas, duraznos y melones. “Nunca en mi vida había probado melones tan perfectos”, dice, al tiempo que elogia la producción local como parte del ecosistema que rodea al emprendimiento.

Herencia, historia y futuro
Lejos de ser un experimento aislado, el whisky de Tres Domínguez se inscribe en una tradición destiladora de San Juan que muchos desconocen. “En el siglo pasado, San Juan tuvo una industria del coñac que era estrella en todo el mundo”, recuerda Domínguez. Desde Jaquemén hasta Cinzano, las destilerías locales produjeron bebidas que se exportaban a nivel internacional.

Hugo recuerda con emoción las antiguas cavas de Cinzano, con hasta tres niveles subterráneos para evitar la evaporación: “Era un monumento a la arquitectura. Aún hoy hay olor a coñac”, dice.

Con la marca Reigosa y la pasión intacta, Tres Domínguez quiere que San Juan vuelva a estar en el mapa mundial del whisky. Y lo están logrando, barrica a barrica, gota a gota, desde un rincón cálido y seco del desierto que encontró su propio camino al corazón de Escocia.